Por Ricardo Burgos Orozco
Como aquel famoso y tradicional juego de la pirinola, el partido Movimiento de Regeneración Nacional o Morena simplemente, le tocó tomar todo, ganar carro completo como aquel PRI poderoso de antaño que triunfaba a como diera lugar arrasando a todos los partidos opositores, que sólo le dejaba victorias pírricas a los demás y el partidazo se quedaba con todas las canicas importantes.
A este Morena de 2024 no habría que escatimarle nada después que su candidata a la presidencia, Claudia Sheinbaum Pardo ganó contundentemente con casi 36 millones de votos. Superó casi al dos por uno a la contendiente, Xóchitl Bertha Gálvez Ruiz, de la Coalición Fuerza y Corazón por México. Se dice que el movimiento morenista compró millones de votos con presupuesto del gobierno, que lograron esos sufragios gracias a los programas sociales, al miedo que tenía la gente de perder el dinero que recibe bimestralmente y al carisma de Andrés Manuel López Obrador, pero el hecho es que los resultados ahí están.
Se habla de que sin el respaldo del actual presidente de la república difícilmente Morena hubiera logrado la votación acumulada que consiguió a nivel nacional y en cada uno de los nueve estados que estuvieron en disputa, pero el hecho es que como sea, fueron el triunfador.
Lo mismo sucedió en las cámaras de Diputados y Senadores. Ni el PAN ni el PRI pintaron para lograr una meta que se acercará un poco a lo que habían proyectado. Morena y sus aliados: Verde Ecologista de México y Partido del Trabajo sumaron entre ellos 380 diputados — mayoría calificada — y 88 senadores de 128 del total, casi a punto de la mayoría calificada también, de acuerdo a lo que anunció el Instituto Nacional Electoral hace unos días.
Con respecto a las elecciones estatales, Morena logró la victoria en entidades que parecía perdidas como Ciudad de México, Veracruz, Morelos y Yucatán. Las demás estaban ganadas desde antes: Tabasco, Puebla y Chiapas. Sólo Guanajuato, con el PAN y Jalisco, con Movimiento Ciudadano, le pegaron al morenismo.
Mientras Morena se consolida como la primera fuerza política del país, los partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional enseñaron sus verdaderos intereses, que no fue hacer ganar a su candidata a la presidencia, sino posicionar a sus respectivos líderes para que siguieran acumulando ese poder pequeñito que tienen, pero que les es suficiente para continuar con sus negocios y sus canonjías. El panista Marko Cortés y el priista Alejandro Moreno, es lo que están haciendo, sobre todo este último que se acaba de reelegir contra la voluntad de la mayoría de sus correligionarios, sin importarle nada.
El PAN y el PRI cada vez están más alejados de la ciudadanía, pocos los toman en cuenta y llegarán muy debilitados a las próximas elecciones dentro de tres años; hay muchas posibilidades que poca gente vote por ellos y que pierdan su registro, sobre todo el tricolor.
Los partidos tienen lo que merecen y en este caso Morena fue el ganador y se llevó casi todo. De nada sirven quejas sin fuerza que está haciendo lo que queda de una oposición agonizante y de otras voces nacionales e internacionales, que protestan por las decisiones morenistas; el partido oficial está tomando solamente lo que le corresponde por el poder de la mayoría. Y con ese poder, si quieren pueden cambiar los 136 artículos de la Constitución ¿Y qué?
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