Redacción: Inés Arroyo
En el marco del Día Internacional de la Madre Tierra, la organización humanitaria World Vision presentó un informe que expone cómo el cambio climático está intensificando el hambre, los desplazamientos y los conflictos en las regiones más vulnerables del mundo.
El documento, titulado “Triple amenaza: el cambio climático, los conflictos y el hambre ponen en peligro la vida de la infancia”, se basa en entrevistas a comunidades de 12 países, entre ellos Afganistán, Somalia, Siria y varios del Corredor Seco centroamericano. El 90% de las personas encuestadas identifica el cambio climático como una amenaza seria, y el 82% lo relaciona directamente con la inseguridad alimentaria.
Los fenómenos más frecuentes reportados son las sequías, las inundaciones y las olas de calor. La sequía destaca como el evento más común, con consecuencias graves para la agricultura y el acceso al agua, lo que ha generado enfrentamientos y ha forzado a muchas personas a abandonar sus hogares.
El informe advierte que, solo en 2023, los desastres climáticos empujaron a más de 72 millones de personas al hambre extrema en al menos 18 países. A su vez, la violencia y los conflictos armados agravaron esta situación en otras 20 regiones, afectando a 135 millones de personas. En Sudán, por ejemplo, 26 millones de personas —la mitad de su población— enfrentan hambre y desnutrición severa.
Además, casi el 60% de los encuestados afirma haber sido desplazado por razones climáticas. Las pérdidas en el campo han aumentado la tensión social y disminuido las oportunidades de subsistencia.
World Vision destaca que un cuarto de la población mundial depende directamente de la agricultura. Pero los sistemas agrícolas están en riesgo, ya que se estima que la demanda de alimentos crecerá un 45% para 2050, en medio de condiciones climáticas cada vez más hostiles.
La organización hace un llamado a los gobiernos y a la comunidad internacional para actuar con urgencia. Señala que es indispensable invertir en soluciones sostenibles que fortalezcan la capacidad de las comunidades para resistir estos impactos. De no hacerlo, millones de personas seguirán atrapadas entre el hambre, la violencia y los efectos del clima extremo.
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