Redacción: Fer Valdep
Científicos han identificado por primera vez en fauna silvestre una familia de PFAS (sustancias per- y polifluoroalquiladas) hasta ahora no documentada: cinco sulfonas fluorotelómeras detectadas en la capa de grasa de orcas de Groenlandia y Suecia. El hallazgo fue descrito en un estudio publicado en Environmental Science and Technology Letters.
A diferencia de los PFAS más estudiados —que suelen acumularse en tejidos ricos en proteínas, como el hígado y la sangre—, estas nuevas moléculas son lipofílicas, es decir, tienen afinidad por las grasas. Los autores del estudio señalan que se trata de la primera evidencia de PFAS altamente fluorados que se acumulan de forma preferente en tejido adiposo marino.
En las muestras analizadas, estas sulfonas fluorotelómeras representaron hasta el 75% de las sustancias con flúor presentes en la capa de grasa, pero resultaron indetectables en el hígado, lo que confirma su naturaleza “amante de la grasa”. Esta distribución sugiere que muchos programas de vigilancia, centrados en hígado y sangre, podrían estar subestimando de forma significativa la carga real de PFAS en mamíferos marinos.
La concentración de compuestos en la grasa tiene consecuencias ambientales directas: la capa de grasa puede representar hasta la mitad de la masa corporal de algunos mamíferos marinos, de modo que las mediciones que omiten tejidos grasos pueden pasar por alto gran parte de la contaminación real. Esto altera las evaluaciones de exposición y dificulta detectar efectos crónicos en superdepredadores.
Desde la perspectiva de la salud animal y humana, la presencia de PFAS lipofílicos plantea riesgos relevantes. En ecosistemas donde los mamíferos marinos forman parte de las dietas tradicionales de poblaciones humanas (como en las regiones árticas), la grasa contaminada constituye una vía directa de exposición, con implicaciones para la seguridad alimentaria y la salud pública. Además, la bioacumulación en superdepredadores aumenta la probabilidad de efectos adversos a largo plazo en la fauna.
Los PFAS, conocidos popularmente como “químicos para siempre”, persisten en el ambiente y no se degradan con facilidad. El informe advierte que, combinados con otros contaminantes como los microplásticos, pueden tener efectos sinérgicos y viajar largas distancias —llegando incluso al Ártico—, lo que subraya la necesidad urgente de ampliar la investigación y ajustar las políticas de control químico y remediación.
Ante estos hallazgos, los científicos proponen cambios inmediatos en la vigilancia y gestión de contaminantes, con acciones como incluir tejidos grasos en los protocolos de muestreo, ampliar las listas de PFAS analizadas para incorporar compuestos neutros y lipofílicos, y revisar las evaluaciones de riesgo para reflejar exposiciones alimentarias y ecológicas que hasta ahora podrían haber sido ignoradas.
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