La producción de agave sostenible se ha convertido en un tema crucial para preservar el medio ambiente en la industria tequilera. Aunque el paisaje agavero fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por su importancia cultural, social e histórica, el creciente aumento en la demanda de tequila ha llevado a un incremento en los espacios de monocultivo, lo que contribuye a la crisis climática.
Expertos consultados por EFE señalan que el aumento en las áreas cultivadas con agave ha provocado la pérdida de ecosistemas fundamentales para el medio ambiente y ha llevado a los agricultores a dejar de producir granos básicos como el maíz. El Consejo Regulador del Tequila (CRT) informa que la industria tequilera ha experimentado un crecimiento del 526% en casi tres décadas, lo que ha llevado a la transformación de territorios y a la utilización de fertilizantes e insecticidas para maximizar la producción.
Aunque existen regulaciones sobre los lugares donde se puede sembrar agave, es común que los productores adquieran terrenos agrícolas o recurren a prácticas de quema y deforestación en espacios naturales. Según Pablo Montaño, coordinador de la organización Conexiones Climáticas, se han observado fenómenos como la remoción de bosques y selvas, incendios relacionados con la siembra de agave y la sustitución de cultivos existentes.
En los cinco estados con denominación de origen del tequila, se estima que hay 413,870 hectáreas de cultivos de agave distribuidas en 173 municipios. La disponibilidad de plantas de agave ha aumentado considerablemente, pasando de 29 millones de plantas en 2017 a 375 millones en 2022.
Sin embargo, esta expansión descontrolada de las plantaciones de agave ha llevado a la invasión de cerros y espacios protegidos, como el Bosque La Primavera, en Jalisco, el estado con mayor producción de agave y tequila envasado. Esta invasión tiene un impacto negativo en la crisis climática, ya que reduce la absorción de dióxido de carbono y altera los ecosistemas naturales.
Expertos advierten que este ritmo de producción es insostenible a mediano plazo, ya que existe el riesgo de no contar con terrenos productivos para sembrar agave en el futuro. La solución propuesta es que la industria tequilera reduzca la intensidad de producción, restaure las áreas dañadas e implemente sistemas agroforestales que combinen agaves con otros tipos de árboles y flora. Esta estrategia no solo sería más sostenible, sino que también beneficiaría a los productores locales.
En este sentido, es necesario que los empresarios de la industria tequilera reflexionen sobre el futuro de su actividad. Apostar únicamente por el lucro económico a corto plazo sin considerar los impactos ambientales puede poner en peligro la propia industria. Como señala Montaño, “pareciera que las tequileras están apostando a ganar todo el dinero posible, pero en realidad están cortando la rama en la que están sentadas”.
En resumen, la producción sostenible de agave se posiciona como la clave para preservar el medio ambiente en la industria tequilera. Es fundamental tomar medidas que reduzcan la expansión descontrolada de los monocultivos de agave, promoviendo prácticas más respetuosas con el entorno y fomentando la diversidad en la producción. Solo así se garantizará la preservación de los ecosistemas y el futuro de la industria tequilera.
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