Redacción: Andrea Zamora
Las lluvias históricas y los deslaves de octubre dejan en evidencia fallas estructurales y de política pública en México: se requiere una respuesta más ágil, inversión en prevención y una gobernanza eficaz.

Los recientes desastres que han azotado regiones de México, principalmente los estados de Veracruz, Puebla, Hidalgo, Querétaro y San Luis Potosí; no solo han dejado muertos, desaparecidos y cientos de miles de viviendas dañadas, sino que también han puesto al descubierto lecciones críticas sobre prevención, infraestructura y gobernanza ante eventos extremos.
Según datos oficiales, al menos 64 personas han perdido la vida, más de 65 se encuentran desaparecidas y el impacto material supera las 100 000 viviendas afectadas. El fenómeno pasó de ser un evento meteorológico adverso a una crisis de protección civil agravada por la falta de preparación.
1. Infraestructura crítica y vulnerabilidad
Una de las enseñanzas más contundentes es que muchas viviendas, escuelas, carreteras y sistemas de drenaje no están preparados para resistir lluvias extraordinarias. En localidades como Poza Rica, Veracruz, el desbordamiento del río Cazones arrasó con viviendas hasta dos o tres metros bajo el agua en algunos casos. Además, la mortalidad en México aumenta hasta un 15 % tras desastres naturales, según análisis recientes.
2. Políticas públicas y gobernanza
El segundo aprendizaje tiene que ver con las deficiencias en la gobernanza. El debate por la desaparición del Fondo de Desastres Naturales (Fonden) resurgió: expertos afirman que su sustitución por asignaciones presupuestarias anuales ha reducido la capacidad de respuesta rápida y transparente. Las demoras en atención, censos y ayudas han generado críticas por improvisación.
3. Adaptación al cambio climático
Ante eventos que ahora son más intensos y frecuentes, adaptar la infraestructura y los sistemas de alerta es esencial. Organismos especializados advierten que los desastres climáticos requieren estrategias de adaptación que combinen evaluación de riesgo, planificación urbana, y multi-actoridad.
4. Participación ciudadana y resiliencia comunitaria
Las comunidades también fueron protagonistas: vecinos colaboraron en rescates, limpieza y apoyo mutuo cuando las autoridades aún no llegaban. Esta resiliencia comunitaria sugiere que fortalecer los lazos sociales y capacitar localmente puede marcar una gran diferencia cuando ocurre una emergencia.
¿Qué sigue?:
Para cerrar el ciclo de aprendizaje, el Estado y la sociedad civil deben:
- Priorizar la inversión en infraestructura resistente.
- Restablecer o reforzar mecanismos de financiamiento ágil para emergencias.
- Integrar mapas de riesgo, planes de contingencia y actrices comunitarias.
- Garantizar sistemas de alerta temprana, evacuación y reconstrucción con enfoque de justicia social.
- Monitorear y comunicar las lecciones aprendidas, asegurando que se traduzcan en políticas concretas.
Este momento es una ventana de oportunidad: los desastres no sólo deben medirse por sus pérdidas, sino también por la capacidad de transformación que generan. Si México incorpora estas lecciones, podría cerrar el ciclo de vulnerabilidad y abrir camino hacia una gobernanza del riesgo más eficaz y humana.
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