Redacción: Naomi Vargas
Durante años, el cambio climático se explicó desde gráficos, emisiones y cifras de temperatura. Sin embargo, esa visión técnica dejaba fuera algo fundamental: las personas. Así nació el concepto de justicia climática, un movimiento que coloca a las comunidades, especialmente las más vulnerables, en el centro de la conversación ambiental.

La justicia climática parte de un principio sencillo, pero incómodo: no todos contaminan por igual, y no todos sufren por igual sus consecuencias.
Los países industrializados, las grandes empresas energéticas y los modelos económicos de alto consumo han generado la mayor parte de las emisiones globales. En cambio, las comunidades con menos recursos, los pueblos originarios, las zonas rurales y costeras son quienes enfrentan inundaciones, sequías, pérdida de cultivos y desplazamiento forzado.
Según organismos internacionales, el 50% de la población más pobre del mundo produce solo el 10% de las emisiones globales, pero es la que más resiente los impactos del calentamiento global. La justicia climática pone el foco justamente en ese desequilibrio: el cambio climático no es equitativo, y las políticas tampoco lo han sido.
Este enfoque exige más que reducir CO₂. Implica decisiones éticas y políticas, como:
• Asegurar que las comunidades afectadas participen en la toma de decisiones.
• Exigir responsabilidad a quienes generan la mayor parte de las emisiones.
• Garantizar acceso al agua, energía limpia y condiciones dignas.
• Promover la reparación y compensación a las comunidades afectadas por proyectos extractivos o contaminación industrial.
Para la justicia climática, hablar de transición energética sin contemplar a las personas es incompleto. No basta con cambiar combustibles fósiles por energía renovable si, en el proceso, las comunidades locales siguen siendo desplazadas o excluidas de los beneficios.
Además, este movimiento ha impulsado cambios globales: desde la exigencia de fondos de compensación para pérdidas y daños en países vulnerables, hasta demandas legales contra gobiernos y corporaciones que incumplen compromisos climáticos.
Al final, la justicia climática transforma la pregunta de “¿cómo frenamos el cambio climático?” en otra mucho más profunda:
¿cómo lo hacemos sin dejar a nadie atrás?
Porque la lucha ambiental no es solo salvar el planeta:
es salvar vidas.
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