Redacción Marlone Serrano
- El Futuro del agua en México: o reformamos o enfrentamos el desierto social
Un informe reciente del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) revela que más de 50 acuíferos en el país ya presentan “estrés hídrico severo”, es decir, están siendo explotados a un ritmo mayor al de su recarga natural. Zonas agrícolas como el Valle del Yaqui, el Bajío y La Laguna están viviendo una situación insostenible: cultivos de alto consumo hídrico, como alfalfa o berries, destinados a la exportación, continúan usándose a pesar del agotamiento de las fuentes locales.
Los días 3 y 4 de junio habrá de celebrarse el Foro “Agua, Biodiversidad y Clima para México” (El ABC para México) en el Papalote Museo del Niño de la Ciudad de México. El evento surge como un llamado a la acción urgente ante manifestaciones evidentes del cambio climático; analistas, expertos, gobierno y empresas estarán debatiendo sobre este y otros temas, así como la trampa de las concesiones: ¿quién tiene el agua de México?
Uno de los problemas más profundos está en el marco legal. La Ley de Aguas Nacionales, vigente desde 1992, permite que empresas obtengan concesiones de agua por décadas, muchas veces sin auditoría ni rendición de cuentas. En teoría, la Conagua debería supervisar el uso de estas concesiones, pero en la práctica la falta de personal, recursos y voluntad política ha hecho de este proceso una “tierra de nadie”.
En 2023, una investigación del portal Agua para Todos reveló que más del 80% del volumen de agua concesionado en el país está en manos de apenas el 10% de los usuarios. Algunos nombres sobresalen: Coca-Cola FEMSA, Grupo Modelo, Bimbo, Bachoco y empresas mineras canadienses. Mientras tanto, decenas de municipios rurales deben esperar semanas para que una pipa les entregue agua potable, muchas veces en condiciones insalubres.
Cambio climático: la amenaza que agrava todo
A la mala gestión y el uso desigual se suma un factor externo y cada vez más determinante: el cambio climático. México está viviendo un incremento en la temperatura promedio anual, y las sequías se han vuelto más largas, frecuentes e intensas. Según datos de la UNAM y el Servicio Meteorológico Nacional, el 2024 fue uno de los años más secos en las últimas dos décadas, con un déficit de lluvias del 35%.
La crisis del Sistema Cutzamala, que abastece de agua a más de 20 millones de personas en la Zona Metropolitana del Valle de México, es un ejemplo preocupante. En abril de 2024, el sistema operaba con apenas un 30% de su capacidad. Expertos advierten que, de no modificarse los patrones de consumo y sin lluvias suficientes, la situación podría volverse insostenible en pocos meses.
¿Qué se está haciendo? ¿Y qué falta por hacer?
En los últimos años, se han anunciado múltiples programas y acciones para enfrentar la crisis. Desde campañas de concientización sobre el ahorro del agua hasta obras de infraestructura como colectores pluviales o plantas de tratamiento. Sin embargo, la mayoría de estas acciones han sido aisladas, fragmentadas y, sobre todo, insuficientes.
Organizaciones civiles como Agua para Todxs y Colectivo GeoComunes han exigido una nueva Ley General de Aguas, que garantice el derecho humano al agua, prohíba el acaparamiento por parte de privados, y dé prioridad al uso doméstico y ambiental. La reforma constitucional de 2012 que reconoce el derecho al agua aún no ha sido reglamentada, lo que deja un vacío legal aprovechado por actores poderosos.
El cambio debe venir no solo desde arriba, sino también desde lo local: captación de agua de lluvia, tratamiento descentralizado, recuperación de cuerpos de agua y una nueva cultura del agua, que deje atrás el modelo extractivista y promueva el uso consciente y equitativo del recurso.
La cuenta regresiva ya comenzó
México se encuentra ante una encrucijada histórica. O transforma radicalmente su modelo de gestión del agua, o enfrentará una crisis cada vez más profunda, con impactos económicos, sociales y ambientales irreversibles.
La pregunta no es si habrá suficiente agua en el futuro. La pregunta es: ¿quién tendrá acceso a ella y quién no?
Porque el agua no se está acabando de forma natural. Se la están llevando.
Y si no se actúa con decisión, la sed de México se convertirá en un desierto social donde los más pobres paguen el precio del privilegio hídrico de unos cuantos.
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