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Ríos que sangran óxido: el deshielo del permafrost tiñe de naranja las aguas de Alaska y desata una crisis ambiental irreversible

Redacción Marlone Serrano

Ríos

El río Salmon, enclavado en la cordillera Brooks de Alaska, ha dejado de ser un símbolo de pureza glaciar para convertirse en un inquietante espejo del cambio climático. Sus aguas, antes cristalinas, hoy se tornan de un naranja turbio que alarma a científicos y comunidades locales. ¿La causa? El deshielo del permafrost, esa capa de suelo congelado durante milenios, que al ceder ante el aumento de las temperaturas globales, libera una mezcla tóxica de metales pesados y ácido sulfúrico. 

Reacciones químicas naturales, consecuencias devastadoras 

A diferencia de la contaminación minera, este fenómeno ocurre sin intervención humana directa. El ingreso de agua y oxígeno al suelo descongelado desencadena reacciones geoquímicas que oxidan minerales como la pirita, generando acidez y liberando metales como hierro, cadmio y aluminio. Tim Lyons, biogeoquímico de la Universidad de California Riverside, lo resume con crudeza: “Aquí no hay mina. El permafrost se está descongelando y está alterando la composición química del paisaje”. 

Impacto ecológico y cultural 

Los efectos son múltiples y preocupantes. El agua turbia reduce la luz, asfixia larvas de insectos y pone en riesgo peces como el salmón chum, vital para la dieta y cultura de comunidades indígenas. Aunque los niveles actuales de metales en los tejidos comestibles no representan un riesgo directo para los humanos, el hábitat acuático está siendo profundamente alterado. El cadmio, por ejemplo, se acumula en los órganos de los peces y puede afectar a depredadores como osos y aves. 

Un proceso sin marcha atrás 

Según el estudio publicado en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias, este fenómeno ya afecta múltiples cuencas hidrográficas del Ártico. David Cooper, científico de la Universidad Estatal de Colorado, lo califica como “realmente asombroso”, mientras Lyons advierte: “Una vez que esto empieza, no hay solución. Es otro cambio irreversible impulsado por el calentamiento del planeta”. 

¿Qué sigue? 

La falta de infraestructura en regiones remotas del Ártico impide controlar esta contaminación como se haría en zonas mineras. La única forma de detener el proceso sería recuperar el permafrost, algo improbable en el contexto actual. El estudio, financiado por la Fundación Nacional de Ciencias, busca alertar a gestores de tierras y comunidades sobre los impactos futuros. 

Este fenómeno es una señal clara: incluso los rincones más apartados del planeta están siendo alcanzados por las consecuencias del calentamiento global. Y los ríos de Alaska, teñidos de óxido, son su testimonio más visible. 

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