Hay días en los que andamos arrastrando la cobija, con los lentes oscuros para pasar desapercibidos (algo así como en modo invisible) y sentimos que caímos al pozo más profundo y tenebroso. Y es que uno no es sonrisa todo el tiempo. A veces, es por algo o alguien que nos toca un punto sensible, olvidado en la memoria o un tema pendiente que no hemos querido trabajar y ahí andamos, dándole vueltas al asunto una y otra vez. Otras ocasiones, andamos “mal parados” y algo sucede, nos tambaleamos un poco y dejamos que se rompan nuestras ilusiones y nuestros sueños.
Este estado de “paren el mundo que me quiero bajar” como diría Mafalda, también puede ser resultado de los giros de la vida en los que alguna pérdida se hace presente y nos muestra lo vulnerables que somos.Con frecuencia la realidad te confronta con tus debilidades, tus miedos, tus angustias, con tus asuntos pendientes. Otras veces es tan simple, como que no dormiste bien o no comiste bien, o no estas cuidándote lo suficiente, y ahí andas como alma en pena. Y entonces ¿qué haces? Tal vez trates de compartirlo con el exterior, el resultado puede ser muy variado e incluso en ocasiones sorprendente, pero hablemos ahora de cuando el compartir tiene efectos adversos.
Puede suceder que compartas lo que te pasa con alguien a quien le parece exagerado tu sentir (y la verdad, cuando nos sentimos vulnerables le subimos unas rayitas de más a lo que sentimos o a lo que nos pasa) e invalida o minimiza tu sentir o desestima las reflexiones alborotadas en tu cabeza, es más, hasta podría utilizar la clásica frase de “hay otros que tienen problemas más grandes y no están así”. ¡Zaz!
No falta el que con toda la buena intención del mundo, con mucho cariño y optimismo quiera mostrarte todas las razones por las que no deberías estar así, y te da toda una lista de todo por lo que deberías estar agradecido en la vida. Esta estrategia funciona a levantarte el ánimo y encontrar una nueva perspectiva a las cosas si estás abierto a resolver el conflicto pero si no estás en esa sintonía es posible que llegues a sentirte aún peor e incluso puedas pensar que en realidad algo está de verdad mal contigo, “la vida es tan increíble y tú tan malagradecido”. Doble ¡zaz
Y entonces ¿qué hacer? Salvo que tengas a un gran amigo (a) que conozca las medidas de emergencia para darte contención o que expreses claramente lo que necesitas en ese momento, considero importante identificar esos lapsos en los que uno no anda al 100 % y ponerse una pausa con relación al exterior (sin duda, los demás no tienen por qué llevar la carga de nuestros conflictos no resueltos, infiernitos personales y basura emocional).
Es una buena opción guardarse un poco en esos momentos, regalarnos espacio y silencio para revisar de manera amorosa y sin juicios lo que nos sucede.Date espacio para ti, para hacer algo que te guste (incluso para no hacer nada). Toma un poco de sol, de aire, acuéstate en el pasto, escribe, tómate un café contigo mismo o cómete un caldito de pollo que caliente tú estómago y tú corazón, visita a ese amigo que siempre te hace reír, limpia tus cajones o súbete a la cama a ver películas o a leer tu libro favorito (tú sabes bien lo que te hace sentir mejor o la manera de apapacharte).
Principalmente recuerda que no siempre tienes que estar bien (se dice que también la tristeza tiene su lado positivo y tal vez sea permitirnos mirarnos un poco más y ver que nos hace falta cuidar), date la oportunidad de sentirte y estar así, pero no te permitas que esto se convierta en un estado permanente ni un estilo de vida, mucho menos una forma de estar en el mundo.
Todos tenemos días de lluvia y no siempre podemos salir a cantar y bailar bajo ella, pero sí podemos esperar a que deje de llover, guardados en casa, calientitos tomando un té con nuestra pijama favorita, después de todo, detrás de las nubes siempre está el sol brillando.
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