Redacción: Carolina Herrera
El ruido de la ciudad no solo afecta a las personas. Estudios recientes revelan que aves, cetáceos y anfibios enfrentan estrés, pérdida de hábitat y cambios en su comportamiento por la contaminación acústica.

Dentro del bullicio cotidiano, la biodiversidad sufre cambios. El ruido urbano se ha convertido en una forma de contaminación que muchos ignoran, desde el canto de las aves hasta el comportamiento de los cetáceos en zonas costeras, reflejan la lucha de los ecosistemas por sobrevivir en un mundo donde lo que predomina son los beneficios humanos.
Según estudios recientes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el ruido del tráfico afecta directamente el desarrollo de las crías de aves. Lo que ocasiona su reducción de peso y deterioro en su capacidad de aprendizaje, derivando a un estrés fisiológico que compromete su existencia y adaptación.
Sin embargo, las aves no son las únicas afectadas. Recientes investigaciones en zonas urbanas de México y Latinoamérica, revelaron que la contaminación acústica ocasiona la poca presencia de especies de aves en los entornos urbanos, lo que las obliga a modificar sus rutas de alimentación y áreas de anidación. En paralelo, dentro de las profundidades del mar, los cetáceos experimentan cambios en su comunicación y patrones de desplazamiento ante el ruido generado por embarcaciones.
Cabe destacar que esta modificación en la comunicación entre especies puede significar un cambio sin precedentes, ya que se puede alterar gravemente la reproducción, la caza y la migración de ellas. Creando desequilibrios en las cadenas alimenticias.
En el caso de las aves y anfibios, se ha documentado que el estrés provocado por la exposición de ruido urbano afecta su desarrollo, logrando reducir su capacidad de establecer territorios adecuados. Consecuentemente, esto llevará a una repercusión indirecta en procesos como la polinización y la propagación de semillas.
No obstante, algunas especies muestran una sorprendente capacidad de adaptación. Se ha tenido registro de algunas especies de aves que han modificado el tono de su canto, mientras otras evitan los momentos con más ruido al cambiar sus horarios de actividad. Sin embargo, toda resiliencia tiene sus límites. Se tiene claro que no todas las especies lograrán adaptarse de manera constante, y que al final del día lo que se necesita impulsar son acciones que reduzcan la contaminación acústica.
Existen medidas individuales con las que puedes contribuir, por ejemplo, al controlar el volumen de la música, televisión o audífonos en el hogar y evitar usar electrodomésticos ruidosos como lavadoras o lavavajillas durante la noche. Además, es muy útil elegir caminar, usar bicicleta o transporte público en vez de un vehículo particular.
Al final, el ruido urbano no solo altera a la sociedad humana, sino que también transforma la forma en que las especies habitan en el mundo. Es una cuestión de respeto a toda la biodiversidad que ha tenido que entender cómo adaptarse.
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