Redacción: Guicel Garrido

Lo que durante siglos ha sido un costoso problema de saneamiento se está transformando en Suiza en un recurso estratégico clave para la economía circular urbana. La reutilización de nutrientes presentes en la orina emerge como una tecnología disruptiva que promete aliviar la presión sobre los sistemas de tratamiento de agua y reducir drásticamente la dependencia de fertilizantes sintéticos.
El principio fundamental que impulsa esta innovación es simple pero revelador: la orina, que representa solo el 1% del volumen total de agua residual que llega a una planta de tratamiento, concentra, sin embargo, la mayor parte del nitrógeno, el fósforo y los microcontaminantes.
La práctica histórica de mezclar este residuo altamente contaminante con grandes volúmenes de agua potable en cada descarga ha obligado a las plantas de tratamiento a incurrir en enormes gastos energéticos para separar aquello que nunca debió combinarse. El nuevo modelo propone corregir este “error histórico” separando y procesando los desechos desde el origen.
Las innovaciones desarrolladas, como las implementadas por empresas como Vuna Nexus, permiten procesar la orina sin generar olores y convertirla en un fertilizante totalmente estable y rico en nutrientes.
El proceso se basa en dos pilares:
- Separación en Origen: Mediante un diseño de inodoro que utiliza la capilaridad, la separación del flujo de orina se logra de manera natural y “prácticamente invisible” para el usuario, sin requerir cambios en los hábitos cotidianos.
- Biorreactores Inteligentes: Sistemas automatizados emplean biorreactores que transforman el amoníaco en compuestos inodoros y estables. Esta tecnología, apta para espacios urbanos densamente poblados, evita emisiones nocivas y facilita el manejo en entornos edilicios.
El tratamiento de la orina en forma concentrada no solo resuelve el problema de la contaminación, sino que dispara la eficiencia operativa. Estos sistemas requieren hasta diez veces menos carbón activado para eliminar microcontaminantes en comparación con las plantas tradicionales, lo que supone un ahorro significativo en costos y una menor huella ambiental.
El mayor impacto radica en la economía circular real que genera:
- Recuperación de Recursos: Al reciclar el Fósforo (P) y el Nitrógeno (N), se reduce la necesidad de extraer recursos mineros para crear fertilizantes sintéticos.
- Producción Descentralizada: El modelo fomenta que edificios, barrios o incluso eventos masivos puedan generar su propio fertilizante localmente. Lo que antes era un residuo costoso de gestionar, se convierte en un insumo estratégico para la agricultura urbana y los huertos comunitarios.
La reutilización de nutrientes es una iniciativa que ofrece múltiples beneficios: disminuye la cantidad de agua potable utilizada en las descargas, reduce las emisiones de CO2 asociadas tanto al saneamiento como a la producción de fertilizantes, y alivia la carga sobre la infraestructura de saneamiento existente.
Ciudades europeas que buscan adoptar modelos más resilientes y circulares ven en esta tecnología suiza un camino claro hacia la autosuficiencia de recursos y una menor dependencia de importaciones. Es la transformación de un problema cotidiano en una solución fundamental para la sostenibilidad urbana del siglo XXI.
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