El pasado 8 de septiembre, un poderoso terremoto de magnitud 6,8 en la escala de Richter sacudió Marruecos, afectando especialmente a las montañas del Alto Atlas y a la ciudad de Marrakech. Este fenómeno se produjo cerca de Oukaïmedene y sus vibraciones se sintieron hasta Andalucía y Lisboa.
Hasta el momento, el siniestro ha dejado un saldo provisional de más de 2,600 fallecidos, cifra que se espera que aumente en los próximos días. La ciudad de Marrakech ha sufrido importantes daños, pero gran parte de ella permanece en pie. Sin embargo, varios pueblos rurales han sido devastados, algunos de los cuales han quedado completamente arrasados.
Según los expertos, aunque esta región del norte de África es sísmicamente activa, los grandes terremotos no son habituales. Los especialistas indican que la gran magnitud del temblor fue un factor en la extensión del desastre. Además, la hora en que sucedió, cuando la mayoría de la gente estaba durmiendo, y la vulnerabilidad de las estructuras en la región, contribuyeron significativamente a su letalidad. Específicamente, muchos edificios no estaban diseñados para soportar sismos de tal potencia.
La comunidad científica trabaja en investigaciones para comprender mejor cómo se produjo el terremoto y cómo prepararse mejor para eventos futuros. Por otro lado, los equipos de emergencia continúan sus esfuerzos en las zonas afectadas, enfrentándose a innumerables retos en las áreas más remotas y dañadas. El impacto del terremoto será una cicatriz duradera en la región, y los esfuerzos de recuperación y reconstrucción tomarán años.
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