Redacción: Inés Arroyo
El viernes 4 de julio de 2025, Texas sufrió inundaciones repentinas que causaron numerosas muertes y rescates, especialmente en la región montañosa conocida como Hill Country. En pocas horas, cayeron más de 30 centímetros de lluvia, elevando rápidamente los niveles de agua y afectando severamente a las comunidades cercanas.
Hill Country es un área propensa a inundaciones debido a su terreno montañoso y a sus cuencas fluviales estrechas. Además, la sequía previa endureció el suelo, dificultando la absorción del agua y provocando que la lluvia corriera rápidamente sobre la superficie, similar a un terreno impermeable.
La tormenta se formó a partir de los remanentes de la tormenta tropical Barry y una gran cantidad de humedad proveniente del Golfo de México y del océano Pacífico. Sin embargo, la corriente en chorro, que normalmente desplaza estos sistemas meteorológicos, no estuvo presente, lo que dejó la tormenta estacionaria sobre Texas y prolongó las lluvias intensas.
Expertos señalan que el cambio climático juega un papel importante, ya que una atmósfera más cálida retiene más humedad, intensificando la cantidad de lluvia en eventos como este. Aunque no es posible atribuir un solo fenómeno directamente al calentamiento global, sí aumenta la severidad y la irregularidad de estas tormentas.
En semanas recientes, Texas y otros estados han enfrentado inundaciones similares que también han cobrado vidas y provocado rescates masivos.
El condado Kerr fue una de las áreas más afectadas, recibiendo más de 450 mil millones de litros de agua, un volumen que causó daños severos y puso a prueba los recursos de emergencia.
Este desastre demuestra cómo la combinación de factores naturales y el impacto del clima requieren una atención constante para mitigar daños futuros. ¿Qué medidas podemos tomar para estar mejor preparados frente a fenómenos climáticos tan extremos?
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