La tierra para macetas, usada para fines urbanos dentro de las ciudades la mayoría de las veces no contiene ni tierra “natural” ni fertilizantes, situación que presenta un riesgo para la salud de las personas, así como para el medio ambiente. Solamente en Estados Unidos durante los últimos 30 años, ha aumentado aceleradamente la cantidad de jardineros urbanos que la usan un 30 por ciento.
Los tres principales componentes de la tierra para macetas son la vermiculita, turba y fibra de coco; la primera es un mineral hecho de silicatos de hierro o magnesio que primero debe extraerse y luego hornearse a 539°C para así obtener unas migajas livianas, que simulan la textura de las palomitas de maíz, sin embargo, para su proceso de extracción se depende del propano, que su vez causa daños al medioambiente así como la posibilidad de contaminar el mineral con asbesto y por lo tanto dañar la salud humana.
En el caso de la turba, está formada de materia vegetal con lenta descomposición que se encuentra en capas esponjosas y “ahogadas”, algunas de sus cualidades es que es orgánica, abundante, liviana y no contiene sustancias tóxicas, así como la capacidad de contener 20 veces su peso en agua. Aunque su uso también presenta un riesgo para el medio ambiente ya que, las turberas almacenan el doble del carbono que un bosque, y en caso de ser sobreexplotadas no existiría ese gran “filtro”.
Finalmente, la fibra de coco, que es la cáscara fibrosa luego de cosechar la “leche” así como la “carne” del coco, y que en el caso de la más “pura” es neutra, absorbente y renovable. Que, si bien parece la más ecoamigable, tanto durante su procesamiento como para su transportación son necesitan grandes cantidades de agua para su constante rehidratación.
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