Las tardes cálidas y soleadas de verano pueden transformarse rápidamente en escenarios de poderosas tormentas. Muchos disfrutan de los meses estivales al aire libre, hasta que, de repente, nubes amenazantes emergen y los obligan a buscar refugio. ¿Por qué sucede esto con mayor frecuencia durante el verano?
Ingredientes de una Tormenta
Las condiciones típicas del verano, caracterizadas por temperaturas cálidas y humedad, favorecen la formación de estas tormentas. La atmósfera calurosa puede retener más humedad, lo que resulta esencial para la creación de nubes, en particular, las nubes cumulonimbos que generan truenos y relámpagos.
El Impacto del Calor
El proceso de formación de una tormenta comienza cuando el sol calienta la tierra, causando que el aire sobre ella se eleve hasta encontrar una capa superior de aire frío, lo que genera inestabilidad atmosférica. Un detonante, como un frente o una cadena montañosa, puede hacer que el aire caliente siga ascendiendo, permitiendo que las nubes crezcan y, finalmente, produzcan relámpagos y truenos.
Se estima que cada año ocurren 16 millones de tormentas eléctricas a nivel mundial, con unas 200,000 solo en Estados Unidos. Sin embargo, solo el 10% de estos relámpagos llega al suelo.
Zonas Propensas a Tormentas
Matthew Elliott, meteorólogo del Centro de Predicción de Tormentas del Servicio Meteorológico Nacional en Norman, Estados Unidos, señala que existen áreas donde estas tormentas son especialmente frecuentes, como la costa atlántica media y el oeste de las Rocosas. En contraste, áreas como Texas y Oklahoma a menudo evitan las tormentas debido a una «tapa» de aire caliente que impide su formación.
El Cambio Climático y su Efecto
La relación entre el cambio climático y las tormentas de verano no es clara. Si bien un planeta más cálido podría producir tormentas más lluviosas, Elliott sugiere que la relación entre un clima cambiante y las tormentas no es directa. Sin embargo, es posible que las tormentas ocurran con mayor frecuencia en áreas o momentos no habituales. El fenómeno podría volverse más impredecible, y áreas que raramente presenciaban tormentas severas podrían empezar a experimentarlas.
Elliott concluye que, si bien actualmente contamos con cerca de 50-60 años de datos, la consistencia en la información ha mejorado en la última década. Esto indica que en los próximos años se podría obtener una comprensión más clara de los efectos del cambio climático en las tormentas de verano.
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