Redacción Marlone Serrano
El turismo espacial, símbolo del lujo y la innovación tecnológica, se enfrenta a crecientes críticas por su impacto ambiental. El reciente vuelo del cohete New Shepard de Blue Origin, en la Misión NS-31, ha reavivado el debate sobre los efectos climáticos de esta industria en expansión, liderada por Blue Origin, Virgin Galactic y SpaceX.
En solo cuatro años, se han realizado unas 30 misiones turísticas fuera del planeta. Aunque en sus inicios la industria aeroespacial representaba menos del 1% de las emisiones globales de CO₂, se estima que crecerá un 20% anual durante la próxima década. Lo preocupante: cada turista espacial genera entre 50 y 75 toneladas de CO₂ en apenas unos minutos de viaje, superando la huella de carbono de un ciudadano promedio durante todo un año.
Los expertos advierten que los cohetes no solo liberan dióxido de carbono, sino también vapor de agua y óxidos de nitrógeno en capas altas de la atmósfera como la mesosfera y la estratósfera. Estos gases pueden permanecer en esas alturas durante años, contribuyendo al calentamiento atmosférico y al deterioro de la capa de ozono.
El vuelo NS-31, que incluyó a la periodista Lauren Sánchez y a la cantante Katy Perry, fue especialmente polémico por su enfoque mediático y la ausencia de objetivos científicos. Las críticas apuntaron a una visión superficial del empoderamiento femenino y al derroche de recursos frente a una creciente crisis climática.
Aunque Blue Origin utiliza hidrógeno y oxígeno líquidos como combustibles —que al combinarse solo producen agua—, expertos subrayan que la producción de hidrógeno sigue dependiendo en muchos casos de combustibles fósiles, salvo en casos donde se emplea hidrógeno verde, obtenido con energías renovables.
La industria enfrenta ahora el reto de volverse más sustentable. Las emisiones de los cohetes afectan el equilibrio térmico de la Tierra al absorber y reflejar energía solar, lo que a su vez calienta la atmósfera superior mientras enfría la superficie. Esto, sumado a los más de 30 mil desechos espaciales que orbitan el planeta, configura un escenario de riesgo ambiental que va más allá del turismo.
Pese a ello, la carrera espacial no se detiene. Empresas privadas ya proyectan viajes a la Luna y hasta hoteles en Marte. Sin embargo, el desafío es lograr que el desarrollo de estas tecnologías no agrave la desigualdad ni sacrifique el equilibrio del planeta. La industria deberá apostar por energías limpias, economía circular y responsabilidad social si quiere sostener su expansión sin comprometer el futuro de la Tierra.