Redacción: Marlone Serrano
En tiempos donde la crisis climática se agudiza, el turismo ya no es una actividad neutra. Cada vuelo, cada hotel, cada actividad recreativa tiene un costo ambiental que ha comenzado a generar dudas entre quienes buscan descansar sin dañar el planeta. ¿Es posible seguir viajando sin comprometer el futuro del medio ambiente?
Según los expertos Asier Divasson-J. y Manuel Amador Cervera, investigadores en movilidad sustentable y sostenibilidad de la Universidad de Deusto, el turismo representa aproximadamente el 9% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Un número que obliga a repensar nuestras decisiones vacacionales desde una óptica ética y sostenible.
La paradoja es clara: mientras el descanso y el ocio son derechos legítimos, también es cierto que muchas personas experimentan ecoansiedad, una sensación de culpa o angustia al saber que sus decisiones personales podrían estar afectando al entorno natural.
El transporte: ¿lujo o contradicción?
Uno de los puntos más críticos en esta discusión es el medio de transporte. Un viaje entre Estocolmo y Burdeos, por ejemplo, genera seis veces más emisiones de dióxido de carbono si se realiza en avión que en tren. Pero hay un detalle crucial: el vuelo es más rápido y considerablemente más barato.
Esta realidad evidencia un problema estructural. Para muchas personas, cuidar el planeta no es solo una cuestión de voluntad, sino también de acceso económico y geográfico. Elegir trenes o autobuses puede ser más ecológico, pero también más costoso y menos accesible.
Los investigadores sugieren que, si volar es inevitable, una forma de reducir el daño es compensar las emisiones, evitar vuelos innecesarios y alargar la estancia para disminuir el impacto diario.
Alojamiento y actividades: más allá del transporte
Las emisiones no terminan al llegar al destino. Hoteles, restaurantes y actividades turísticas pueden generar más impacto ambiental que la vida cotidiana. Por ello, los especialistas recomiendan optar por alojamientos certificados en sostenibilidad, como los que cuentan con sellos Biosphere, EarthCheck o Travelife.
Además, plataformas como Ecobnb permiten encontrar hospedajes ecológicos, mientras que las estancias locales o rurales tienden a generar menor huella ambiental y fortalecer el tejido económico comunitario.
¿Y si viajamos menos, pero mejor?
Una alternativa viable y enriquecedora es el turismo local o de cercanía. Caminatas en reservas naturales, visitas a pueblos vecinos, actividades culturales o talleres artesanales ofrecen descanso, aprendizaje y conexión sin la necesidad de grandes traslados ni altos costos ambientales.
“Viajar menos no es vivir menos: puede significar vivir mejor”, señalan los investigadores. La clave está en redefinir el placer de viajar. Tal vez, el verdadero lujo sea tener tiempo para reconectar con uno mismo y con el entorno.
El llamado a la reflexión
En vez de renunciar al viaje, la invitación es a viajar con conciencia. Elegir mejor, no más. Pensar en cómo, dónde y por qué nos movemos. Ser turistas informados y empáticos, no solo con el planeta, sino con las comunidades que visitamos.
El turismo del futuro no será necesariamente masivo ni lejano, pero puede ser más justo, más humano y más responsable. Porque cuidar del planeta también empieza con las decisiones que tomamos para descansar.
Viajar ya no es un escape del mundo, sino una forma de actuar en él.
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