Por Ricardo Burgos Orozco
Hugo Rafael Chávez Frías, un militar retirado, ganó por primera vez las elecciones de Venezuela el 6 de diciembre de 1998. La economía y la situación social en el país se estaban convirtiendo en un caos; el petróleo era — sigue siendo — la base de la economía, la inflación estaba al alza, el desempleo igual y la deuda publica comenzaba a subir. En ese escenario, Chávez fue considerado un “salvador”. Nada más alejado de ello.
El líder caraqueño gobernó hasta 2012. Falleció de cáncer en el 2013 a los 58 años de edad. Durante su presidencia hubo algunos avances en material social, pero se incrementó en gran medida la criminalidad y la corrupción.
Durante la enfermedad de Chávez, asumió la presidente de manera interina el vicepresidente Nicolás Maduro Moros, fiel seguidor de los preceptos de su jefe, y quien, ya como presidente, ha sido electo en dos ocasiones y en los comicios recientes del 28 de julio, supuestamente ganó una tercera elección con un porcentaje mayor al 51 por ciento del total. Sin embargo, sus opositores aseguran que hubo un fraude descarado y se niegan a aceptar los resultados, apoyados por el gobierno de Estados Unidos.
Maduro es considerado un dictador autoritario, que gobierna por decreto, con miles de casos de violaciones a los derechos humanos. La Organización de Estados Americanos aprobó una resolución que declara ilegítimo al presidente venezolano y pide que se convoque a nuevas elecciones; hay que recordar que en marzo de 2020, el Departamento de Justicia de Estados Unidos emitió una orden de captura contra Maduro por cargos relacionados con el narcotráfico.
Nicolás Maduro afirma que la economía ha crecido en su país durante su mandato. La realidad es que Venezuela enfrenta la crisis más profunda en la historia de cualquier nación de América Latina. La recuperación está muy lejana. El dictador heredó en 2013 un país con buenas perspectivas de desarrollo, pero, según expertos, ha destruido durante su gestión el 75 por ciento del poder económico del país.
En cuestión petrolera, la producción cayó de 2.8 millones de barriles diarios en 2012 a 750 mil en el presente año; la pobreza aumentó drásticamente y se considera ahora que el 80 por ciento de la población vive en condiciones muy precarias con un 95 por ciento de hiperinflación; Venezuela, que antes era un país receptor de migrantes, ahora es expulsor y lo notamos en México, por ejemplo, con el número de venezolanos que han llegado aquí buscando refugio.
A Nicolás Maduro le está llegando la hora de retirarse por el bien de su país; la mayoría de los venezolanos ya no lo quiere, aunque él se rehúsa a aceptar su realidad. Ecuador, Costa Rica, Uruguay y Panamá, además de Estados Unidos, se han sumado al repudio internacional por los resultados electorales en Venezuela y dan como vencedor al opositor Edmundo González. Otros gobiernos apoyan la reelección del sucesor de Chávez como Cuba, Rusia, China, Bolivia y Nicaragua – otro país con un dictador, otrora revolucionario sandinista, Daniel Ortega –.
Aunque gran amigo de Maduro, Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, ha optado por mantenerse neutral. Tal vez por su gran astucia y experiencia política, AMLO presiente que a Nicolás Maduro Moros ya no le queda mucho tiempo como gobernante. Cada vez falta menos para confirmarlo.
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