Iniciativa pública y Medio ambiente

Xochimilco demuestra que el cambio inicia con una acción voluntaria 

Descubre cómo la acción, el aprendizaje sobre el entorno natural y el fortalecimiento de lazos comunitarios se unen para mitigar la crisis climática. 

Redacción: MaJo Gutiérrez 

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La crisis climática ha pasado de ser una preocupación futura a una realidad tangible que se manifiesta en sequías prolongadas, olas de calor sin precedentes e intensificación de incendios e inundaciones. Ante este escenario, la preocupación es insuficiente; la acción urgente es el único camino. Aquí es donde el voluntariado ambiental y el activismo se consolidan como herramientas de alto impacto para revertir o paliar el deterioro ambiental. El voluntariado es la acción directa: dedicación de tiempo y energía a proyectos prácticos como reforestar, limpiar playas o participar en campañas de reciclaje, generando resultados concretos y visibles, además de fortalecer lazos comunitarios. 

El valor del voluntariado radica en su capacidad para transformar el entorno inmediato y, al mismo tiempo, enriquecer al participante. Además de contribuir a la mitigación de la crisis, el voluntario aprende sobre el entorno natural, refuerza su conexión con la comunidad y experimenta un profundo bienestar personal. Esta acción directa se complementa con el activismo ambiental, que busca cambios a gran escala, como la presión política para modificar leyes o la difusión de peticiones. Lo más efectivo es combinar ambos enfoques: plantar un árbol es valioso, pero exigir políticas de reforestación multiplica ese impacto, creando una fuerza imparable para la defensa del planeta. 

Un ejemplo palpable de esta movilización es la jornada de voluntariado ambiental realizada en Xochimilco, Ciudad de México, un sitio declarado Patrimonio de la Humanidad. En el marco de la Semana Internacional del Voluntariado 2025, un grupo de jóvenes y adultos se unió a las chinampas para realizar labores esenciales de equilibrio ambiental, incluyendo el retiro de lirio, compostaje, trasplante de plántulas y la práctica de técnicas tradicionales de siembra. Esta iniciativa, organizada por Iberdrola México y aliados, no solo apoya la producción agroecológica y la conservación de especies endémicas como el ajolote, sino que busca recuperar el legado prehispánico del lugar. 

El compromiso ciudadano demostrado en Xochimilco subraya la importancia de que las empresas, instituciones y la sociedad se sumen a estas iniciativas. Voluntarios como Martín Gómez y Paula Rubalcava destacaron cómo estas actividades impulsan la conservación de la biodiversidad del campo y preservan un “pulmón de la ciudad”. El objetivo final, según organizadores como Lourdes de Anda, no es solo el trabajo físico, sino involucrar a más gente para que conozca, valore y se sume a la conservación del ecosistema. La invitación está abierta: la voluntad de cambiar el mundo, sumada a la acción práctica, es el motor para defender nuestro derecho a un ambiente sano. 

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