Redacción: Fer Valdep

La gentrificación de la Ciudad de México no solo afecta a los históricos barrios del centro de la capital. La situación ya llegó a Xochimilco, donde productores, activistas y pobladores alertan que el proceso está poniendo en riesgo especies emblemáticas como el ajolote y alterando un paisaje agrícola milenario. En las últimas semanas, se han denunciado compras de tierras por parte de inversionistas externos, así como un turismo irresponsable que transforma usos y costumbres locales.
El daño ambiental tiene distintas raíces: el uso de lanchas con motor, agroquímicos aplicados en cultivos, el mantenimiento de canchas de fútbol, turismo irresponsable y el desbordamiento de la mancha urbana afectan la calidad del agua y la integridad de las chinampas. “Este problema que tenemos de la contaminación del agua en el humedal de Xochimilco es multifactorial”, advierte Michel Balam, del proyecto Santuario Ajolote, que señala además la conexión de drenajes de la ciudad con el humedal como un factor clave de la contaminación.
Aunque la llegada de proyectos turísticos y recreativos deja derrama económica en la zona, productores locales denuncian que esos ingresos no siempre alcanzan a la comunidad, ya que intermediarios compran o acaparan productos y tierras a bajo precio. Sumado a lo anterior, muchas iniciativas priorizan la experiencia de consumo (trajineras transformadas en “bares flotantes”, por ejemplo) por encima de la conservación y el bienestar de los habitantes, así como de la flora y fauna. Para la activista y productora Carla Medina Castillo, la solución pasa por fomentar un turismo más responsable que valore la tradición y la economía local.
Las consecuencias ya son visibles en el ecosistema del lago: la contaminación, el ruido y las especies invasoras presionan a las poblaciones nativas, mientras que la dinámica de uso del suelo erosiona las orillas de las chinampas y reduce hábitats clave. Como respuesta, organizaciones locales proponen alternativas de ecoturismo auténtico y medidas de restauración y vigilancia para evitar que la gentrificación destruya el patrimonio natural y cultural único del sureste de la Ciudad de México.