Redacción: Josué Roldán
La Tierra es el planeta del agua. No hay una especie que habite este mundo que pueda subsistir sin ella. Sin embargo, la degradación de la calidad del agua y la contaminación están poniendo en peligro su capacidad de generar vida, salud y progreso. En este artículo, exploramos cómo se ve afectada la calidad del agua por la contaminación, las principales fuentes de contaminación y cómo podemos mejorar esta situación crítica.
Una de cada cuatro personas en el mundo no tiene acceso a agua potable en su hogar, según Unicef. A pesar de que las Naciones Unidas han reconocido el agua limpia como un derecho humano fundamental, un 26% de la población mundial aún no disfruta de una fuente de agua potable. Este problema es especialmente grave en las escuelas, donde el 31% no tiene acceso a agua potable. Si todos tuvieran acceso a agua potable, el número de muertes por diarrea se reduciría en un tercio.
Un ejemplo alarmante de la crisis del agua es lo que sucedió en 2014 en Flint, Estados Unidos. La ciudad dejó de recibir agua del sistema de distribución de Detroit y comenzó a abastecerse de un río contaminado para ahorrar costos. Esta decisión resultó en que los habitantes bebieran agua envenenada durante 18 meses, lo que llevó a una crisis de salud pública cuando se descubrió la presencia de plomo en la sangre de los niños.
La calidad del agua está determinada por sus características químicas, físicas y biológicas. Factores como la temperatura, el contenido mineral disuelto y la cantidad de bacterias presentes son cruciales para decidir su uso, ya sea industrial, doméstico o para consumo humano. Sin embargo, la contaminación altera estos parámetros, introduciendo sustancias químicas y microorganismos no deseados que pueden afectar gravemente la salud.
Las principales fuentes de contaminación del agua incluyen desechos industriales, calentamiento global, uso de pesticidas en la agricultura, deforestación y derrames de petróleo. Estos factores contribuyen a que el 90% del agua que vertemos a los ríos sea agua sin tratar, convirtiéndose en veneno para los ecosistemas y para nosotros mismos. Un aumento en la temperatura del agua de los océanos también puede afectar el desarrollo de microorganismos nocivos para la vida animal y humana.
Para evaluar la calidad del agua, se realizan análisis en laboratorios que examinan sus características físicas, químicas y biológicas. Estos análisis determinan si el agua es apta para el consumo humano o para otros usos. La actividad humana altera el estado natural del agua, generando graves daños ambientales en ríos y mares e imposibilitando su uso para actividades como la agricultura.
En los últimos años, ha habido avances significativos en el tratamiento del agua. El tratamiento de aguas busca reducir o eliminar la contaminación a través de procesos físicos, químicos y biológicos. La depuración del agua residual se lleva a cabo en Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales (EDAR), que emulan los procesos naturales de depuración de los ríos. Además, la desalación del agua del mar mediante ósmosis inversa se ha convertido en una técnica eficiente y sostenible para obtener agua dulce.
La responsabilidad de cada uno en el uso de los recursos comunes es clave para mantener la calidad del agua. No dejar basura en la naturaleza y no tirar elementos difíciles de degradar por el WC son comportamientos que ayudan. Sin embargo, los Gobiernos, Administraciones y empresas deben implementar estrategias y acciones para asegurar que la calidad del agua sea adecuada para las personas y la agricultura.
Entre las técnicas que pueden implementar se encuentran revisar la actividad humana e industrial que afecta al agua, estudiar cómo la contaminación hídrica impacta los ecosistemas y la salud humana, evaluar la calidad de aguas subterráneas y superficiales, reducir los contaminantes químicos y depurar el agua eliminando residuos sólidos, orgánicos y patógenos. También es crucial tratar el agua salada para convertirla en agua dulce apta para el consumo y uso.
En conclusión, la crisis del agua es un problema de salud pública que requiere la acción y compromiso de todos: ciudadanos, organizaciones y organismos públicos. La calidad del agua es vital para la vida y el progreso, y es nuestra responsabilidad proteger este recurso esencial para las futuras generaciones.
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