Evelyn Chávez
Toneladas de desechos textiles provenientes en su mayoría de Estados Unidos, Europa o Asia, terminan cada año en el puerto de Iquique en la zona franca de Alto Hospicio, Chile.
Las autoridades ambientales de Chile, han pedido al Reino Unido que asuma su responsabilidad y detenga el vertido ilegal.
Chile es el mayor importador de ropa usada de Sudamérica, se calcula que entran 59 mil toneladas al año, y más de la mitad va para vertederos clandestinos.
39 mil toneladas, no se pueden vender y acaban en el desierto. Sin medios legales de eliminación, las pilas de textiles se queman, provocando humos tóxicos y contaminando el suelo.
El gobierno chileno está luchando para regular el comercio. Maisa Rojas, directora del Centro Chileno de Ciencia Climática y Resiliencia dijo:
“No es fácil conciliar tantos intereses como prohibir tirar ropa usada. Los empresarios deben hacer su parte y dejar de importar basura. Lo que está pasando aquí en Chile tiene consecuencias ambientales para todo el planeta”.
Un informe de la ONU de 2019, la producción mundial de ropa se duplicó entre los años 2000 y 2014, la industria es responsable del 20 por ciento del desperdicio de agua.
Para hacer un solo par de jeans se necesita 7 mil 500 litros de agua. La ropa ya sea sintética o tratada, puede tardar 200 años en biodegradarse y es tan tóxica como las llantas.
La gran mayoría de la ropa que llega cada año a Chile, no pueden esperar a venderla, ya que nadie está dispuesto a pagar las tarifas para transportarla a otro lugar.
Un ex empleado dijo lo siguiente: “Esta ropa llega a todas partes del mundo, y lo que no se vende a Santiago, se envía a otros países”.
Algunos de los lugareños más pobres de esta región, dependen de los desechos para vestirse a sí mismos y a sus familias.
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