Redacción: Javier Escárcega
El cambio climático no afecta por igual a todas las personas; sus consecuencias profundizan desigualdades preexistentes, especialmente para las mujeres, quienes enfrentan cargas sociales, económicas y ambientales mayores.
De acuerdo con el análisis presentado por Itzel Gómez, los efectos del cambio climático no son imparciales en términos de género. Aunque suele verse como un fenómeno estrictamente ambiental, en realidad tiene repercusiones sociales que intensifican desigualdades ya existentes. Sequías, inundaciones y escasez de recursos afectan con mayor severidad a mujeres que viven en zonas rurales y en contextos de pobreza, donde las responsabilidades domésticas y comunitarias recaen desproporcionadamente sobre ellas.
La situación en México revela estas brechas con claridad. Mientras los hombres dedican alrededor de dos horas semanales a acarrear agua, las mujeres emplean aproximadamente dos horas con cuarenta minutos, además de realizar la mayoría de las labores domésticas y de cuidado no remunerado. En promedio, las mujeres mexicanas triplican el tiempo destinado a estas actividades respecto a los hombres, lo que limita su acceso a oportunidades educativas, laborales y de participación social.
Esta desigualdad también se manifiesta en los espacios de toma de decisiones. En la reciente Cumbre del Clima de la ONU la COP celebrada en Brasil la presencia femenina volvió a ser insuficiente. Nunca se ha superado el 35 % de participación de mujeres en estas instancias, lo cual evidencia una ausencia histórica en discusiones clave para el futuro ambiental y energético del planeta. Esta falta de representación obstaculiza la creación de políticas climáticas con enfoque de género.
El problema es regional. En América Latina y el Caribe, cerca del 70 % de los países no incorporan la perspectiva de género en sus agendas ambientales, energéticas o en sus lineamientos de transición energética. Esta omisión dificulta la creación de respuestas efectivas a las necesidades diferenciadas de mujeres y niñas ante la crisis climática, perpetuando ciclos de vulnerabilidad y desigualdad estructural.
A pesar de ello, la COP dejó un avance significativo: la aprobación del texto que integra la igualdad de género en la acción climática. Este instrumento exigirá a los gobiernos reportar evaluaciones sobre salud, violencia contra las mujeres y trabajo de cuidados en relación con el cambio climático durante los próximos nueve años. Además, el Plan de Acción de Género de Belém, compuesto por 27 actividades, busca impulsar una verdadera justicia climática de género. El gran desafío será lograr que estas disposiciones se materialicen en transformaciones reales para las mujeres de la región.
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