Cambio climático

El Everest revela su lado más crudo: el cambio climático expone cadáveres de alpinistas atrapados durante décadas 

WEB AN 3

Redacción Marlone Serrano

El Monte Everest, símbolo de la grandeza y el desafío humano, se enfrenta a una revelación dolorosa. El cambio climático, con su avance implacable, ha comenzado a derretir los glaciares que durante décadas ocultaron los cuerpos de cientos de alpinistas que murieron intentando alcanzar su cima. Lo que antes descansaba congelado bajo metros de nieve ahora sale a la luz, dejando al descubierto no solo restos humanos, sino también las huellas del impacto ambiental y ético del montañismo extremo. 

Durante este año, el Ejército de Nepal ha logrado recuperar cinco cuerpos como parte de una campaña de limpieza y rescate impulsada por el gobierno. Sin embargo, el deshielo ha revelado más que cuerpos: tiendas abandonadas, cilindros de oxígeno, cuerdas rotas y basura acumulada durante décadas se esparcen por la ruta, evidenciando un deterioro alarmante en la montaña más alta del mundo. 

El fenómeno no es nuevo, pero su intensidad ha aumentado. A medida que las temperaturas se elevan incluso en la “zona de la muerte” —por encima de los 8.000 metros—, los cadáveres emergen del hielo como estatuas detenidas en el tiempo. Algunos han sido identificados por sus botas, mochilas o trajes aún intactos; otros han pasado a ser parte del folclore de la montaña. “Botas Verdes”, “La Bella Durmiente” o “El Hombre del Pasamanos” no son leyendas, sino cuerpos reales que por años han marcado el camino a la cima. 

El caso más simbólico de esta crudeza es el de David Sharp, quien murió en 2006 al lado de “Botas Verdes”. A pesar de ser encontrado con vida por varias expediciones, nadie se detuvo a ayudarlo. El episodio generó una controversia global sobre los límites éticos del alpinismo: ¿hasta dónde se debe ascender cuando otro necesita ayuda? 

A la par del drama humano, también está el costo ambiental. En años recientes, Nepal ha emitido cifras récord de permisos de ascenso: solo en 2023 se otorgaron 479. Esto, sumado a la masificación de turistas sin experiencia, ha contribuido al colapso de las rutas y al incremento de muertes. Entre 280 y 300 personas han perdido la vida en el Everest desde las primeras expediciones modernas. En 2023 hubo al menos 18 fallecimientos, en 2024 fueron nueve, y hasta mayo de 2025 ya se cuentan cuatro más. 

Recuperar un cuerpo no es sencillo. Puede costar entre 40.000 y 80.000 dólares y requiere de equipos especializados, sherpas entrenados, oxígeno extra y, en ocasiones, helicópteros. A ello se suma el deseo de algunas familias y montañistas de que sus restos permanezcan en la montaña, considerada un sitio sagrado o la última morada de un sueño cumplido. 

En respuesta a esta crisis, el gobierno nepalí ha anunciado nuevas regulaciones que entrarán en vigor en septiembre de 2025. Entre ellas, exigir experiencia previa en montañas superiores a 6.500 metros, prohibir ascensos en solitario, imponer seguros obligatorios y usar tecnología de rastreo. Además, se eliminará el sistema de depósitos por residuos, reemplazado por una tasa ambiental fija. 

Las imágenes del Everest hoy son las de una montaña que ya no solo es prueba de resistencia física, sino también del deterioro ambiental y moral de una sociedad que ha dejado marcas profundas en el techo del mundo. Mientras el hielo se retira, lo que queda es una advertencia silenciosa: la cima no siempre justifica los medios. 

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