Redacción: Litzury Gamboa González
El iceberg A23a, el más grande del mundo con un peso de un billón de toneladas, se dirige hacia la isla Georgia del Sur, hogar de focas y pingüinos. Este gigante de hielo se desprendió en 1986 de la plataforma Filchner en la Antártida y ha estado flotando por el océano durante casi 40 años. Aunque ha ido perdiendo masa y se está desintegrando lentamente, sigue representando un peligro para la región, ya que previamente causó problemas bloqueando el acceso a alimentos para aves y mamíferos marinos.
Tras una serie de bloqueos y movimientos, el iceberg sigue su curso hacia el sur, impulsado por la corriente circumpolar antártica. Sin embargo, los científicos y marineros están preocupados, ya que su llegada a la isla podría tener graves consecuencias para la fauna local, al bloquear sus rutas de alimentación y cría de pingüinos y focas. Esto obligaría a los adultos a nadar más lejos en busca de alimento, lo que podría aumentar la tasa de mortalidad.
Además, los efectos del iceberg sobre el ecosistema son inciertos. Si bien podría reducir la cantidad de luz solar que llega al océano y afectar al fitoplancton, también tiene el potencial de enriquecer las aguas con hierro y otros nutrientes, lo que favorece la proliferación de krill, un recurso clave para la alimentación de los pingüinos. Este iceberg está siendo objeto de intensos estudios, ya que su deshielo está alterando el ciclo del carbono en el océano Austral, lo que podría ayudar a reducir las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera.
A pesar de que el desprendimiento del A23a no es directamente causado por el cambio climático, este fenómeno resalta la aceleración del deshielo en la región debido al calentamiento global. La pérdida de hielo en la Antártida contribuye al aumento del nivel del mar y al cambio en los ecosistemas marinos.
Mientras el iceberg continúa su viaje hacia la isla, los expertos monitorean su trayectoria con cautela, conscientes de que su impacto en el ecosistema de Georgia del Sur aún es desconocido. Este evento nos recuerda la vulnerabilidad del entorno polar y sus consecuencias globales.
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