Cada sexenio, con el estilo personal del presidente en turno, siempre hay un personaje o varios que la opinión pública o los ciudadanos catalogan como intocables, esos que, aunque son repudiados o adquieren mala fama, son inamovibles, y permanecen en sus funciones, ya sea como parte del gabinete, del gobierno o en cualquier cargo de poder político.
Se hablaba de que en la administración de Gustavo Díaz Ordaz, su secretario de Gobernación se convirtió en un funcionario que repudiaban la mayoría de los mexicanos porque lo acusaban de ser el orquestador de la matanza de Tlatelolco en 1968. Ese hombre fue elegido para ser primero candidato y luego presidente de 1970 a 1976. Era Luis Echeverría Álvarez.
En la administración de Vicente Fox Quesada se acusó a Reyes Tamez Guerra, secretario de Educación, que se la pasaba más tiempo en su natal Nuevo León que trabajando en su encargo, pero nunca fue despedido y permaneció hasta el final del sexenio. Algo similar ocurrió con Genaro García Luna como secretario de Seguridad Pública con Felipe Calderón Hinojosa, pese a los rumores de sus contubernios con el narco y el crimen organizado; hasta hace unos meses fue enjuiciado y declarado culpable por una corte, pero en Estados Unidos, no en México.
Con Enrique Peña Nieto, siempre se habló de malos manejos e incapacidad de su secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza y opiniones de distintos sectores pedían su destitución, pero se mantuvo durante los seis años del gobierno.
Andrés Manuel López Obrador tiene o tuvo funcionarios que son intocables pese a las acusaciones que se les han hecho por diversos motivos. El primero es Ignacio Ovalle Fernández, quien fue director de la empresa del gobierno Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex) en donde se descubrió un desvío de 15 mil 300 millones de pesos. Se acusó a otros funcionarios de la empresa, pero Ovalle sigue tan campante; ahora está al frente del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal.
A quien ni siquiera se le llamó nunca a testificar por el accidente del 3 de mayo de 2021 donde fallecieron 26 personas y otras 80 resultaron lesionados en la Línea 12, fue a quien fungió como directora del Metro en ese momento, Florencia Serranía Soto. Actualmente tiene un cargo honorífico en el Conahcyt, Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías, y ahí nadie la ha molestado para nada.
Otro más, Marcelo Ebrard Casaubón, exsecretario de Relaciones Exteriores, se exilió durante un tiempo en Francia por las acusaciones en su contra por las fallas en la Línea 12 del Metro cuando fue jefe de gobierno de la Ciudad de México; regresó a México hasta que ganó López Obrador la presidencia. Fue precandidato a la presidencia de la república y hasta ahora nadie ha revivido aquellas incriminaciones.
Delfina Gómez Álvarez, otra más, fue acusada en su momento por descontar un porcentaje de su salario a trabajadores del ayuntamiento de Texcoco donde fue alcaldesa. Se le comprobó la irregularidad e incluso se sancionó a su partido Morena, sin embargo, fue secretaria de Educación Pública y ahora es gobernadora por el Estado de México.
La ministra Yasmín Esquivel fue acusada de plagio de su tesis para titularse como abogada; el caso sigue en la Universidad Nacional Autónoma de México sin ninguna resolución, ella continúa tomando decisiones en su encargo sin ninguna restricción y el asunto de su tesis se ha alargado mucho más de la cuenta.
Tal vez nunca se les haga alguna acusación formal a aquellos intocables que mencioné y a otros más que no mencioné, pero de alguna manera lo tendrán en su conciencia y jamás podrán vivir tranquilos, aunque parezca.
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