Por Déborah Buiza
“Pero unas personas valen para unas cosas y otras para otras. Hay quien vale para el maratón, quien vale para el golf y quien vale para las apuestas”.
H. Murakami.
En diversas circunstancias recurrimos a la comparación con los demás. Vas por la calle y te encuentras con algún conocido de otra época de tu vida. Te enteras de lo bien o mal que le está yendo a alguien cercano. Te cuentan de cómo la está pasando algún ex. Y entonces, sin quererlo pero tampoco sin detenerlo mucho, empieza ese proceso de evaluarnos en comparación con lo que sabemos de esa persona o de lo que ha conseguido (para bien o para mal).
A veces de esas “reflexiones” salimos bien librados y podemos hasta sentirnos aliviados, a veces no, y entonces puede irse filtrando una pequeña duda, una descalificación y la desaprobación a nosotros mismos.Se dice que las comparaciones nunca son buenas, sin embargo muy a nuestro pesar, aún siguen siendo inevitables. Quizás es una condición humana el observar a los demás y “medirse” bajo esos criterios, el resultado dependerá de nuestro ego, autoestima y de la filosofía de vida que tengamos, entre otros factores.
Existen varios riesgos en compararnos con los demás o con lo que han conseguido.Si el resultado nos favorece podríamos caer en la complacencia y con ello dejemos de esforzarnos –total, así estamos muy bien o igual no estamos tan mal – en el extremo, hasta en una de esas nos volvemos orgullosos. Si el resultado no nos favorece podría llegar a ganarnos el pesimismo, la frustración, el rencor, la envidia, el victimismo, el “no es justo, porque él o ella es … y yo tan buenito (a)” y con todo ello perdemos tiempo valioso para hacer lo que realmente es importante. Quizás, el riesgo mayor sea olvidar que todos somos distintos (aunque como seres humanos iguales en derechos) y con ello dejemos de valorar la diversidad que hace increíble nuestra existencia.
Entonces, antes de dejar divagar tu mente en la comparación, detente y obsérvate. Eres distinto, único, tienes capacidades, habilidades, conocimientos, personalidad, defectos, virtudes, potencialidades y circunstancias que combinadas hacen un resultado extraordinario, por lo que podrías estar diseñado, preparado y en posibilidades para algunas cosas y no para otras, y eso no debería ser un problema.
Ahora que si la comparación es inevitable, pregúntate si realmente te gustaría estar en las circunstancias del otro, y si insiste tu respuesta en ser afirmativa observa cómo llegó ahí. Tal vez encuentres que los pasos que dio también puedas darlos y con ello conseguir más o menos los mismos resultados. No te compares, aprende de los demás.
Sobre todo no olvides que el resultado de la comparación no es tan real. Es tan sólo la manera en que miras a los demás y te miras a ti mismo, y eso puede estar determinado por diversos factores que pueden cambiar. Recuerda que, seas como seas eres único e irrepetible y por lo tanto valioso.
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