El pasado 20 de mayo fue el Día Mundial de las Abejas, y lo que trascendió en las noticias fue que las colonias de abejas en el mundo se han diezmado; los datos son sobrecogedores: una cuarta parte de las 20 mil especies de abejas que se conocen han desaparecido de los registros públicos desde la década de los 90.
Su existencia no se ha consignado desde entonces, ya que no se han encontrado ejemplares, de acuerdo con un estudio elaborado por los biólogos argentinos Eduardo Zattara y Marcelo Aizen, de la Universidad Nacional del Comahue (Bariloche).
Zattara y Aizen usaron los datos del Centro de Información sobre Biodiversidad Global, una gran red internacional de bases de datos, que contiene más de tres siglos de registros de museos, universidades y ciudadanos particulares.
En declaraciones a la agencia Sinc, Zattara dijo que no afirman que 25% de las especies de abejas conocidas se extinguieron, sino que no aparecen en los registros. Abundó: “Vemos que hay una retracción generalizada. Las poblaciones de las abejas silvestres en su conjunto vienen disminuyendo en abundancia. Y eso hace que una especie sea más difícil de encontrar y registrar.
Nuestra interpretación es que esto refleja una situación de estrés en la biodiversidad. Todavía no es un cataclismo de abejas, pero lo que podemos decir es que las abejas silvestres no están prosperando”.
Ya en 2016 se divulgó un gran informe de más de dos años de trabajo por parte de científicos de todo el mundo que se unieron en varias agencias de la ONU para realizar una evaluación de la biodiversidad de la Tierra, comenzando con los polinizadores. Es un esfuerzo similar a lo que las Naciones Unidas han hecho con el calentamiento global, elaborando un informe enciclopédico para decirles a los líderes mundiales lo que está sucediendo y darles opciones sobre lo que se puede hacer.
«Estamos en un período de declive y habrá consecuencias cada vez mayores», dijo el autor principal del informe, Simon Potts, director del Centro de Investigación Agroambiental de la Universidad de Reading en Inglaterra.
El informe cita que el declive de los polinizadores -no sólo de las abejas sino mariposas y otros-, es multifactorial: la forma en que ha cambiado la agricultura, por lo que no hay suficiente diversidad y flores silvestres para que los polinizadores las usen como alimento; el uso de pesticidas, incluido el controvertido neonicotinoide, que ataca el sistema nervioso; pérdida de hábitat en las ciudades; enfermedades, parásitos y patógenos; y el calentamiento global.
«Las abejas están bajo la gran amenaza de los efectos combinados del cambio climático, la agricultura intensiva, el uso de pesticidas, la pérdida de biodiversidad y la contaminación», dijo el director general de la FAO, José Graziano da Silva, en un mensaje de video grabado para el Día Mundial de la Abeja 2022.
“La ausencia de abejas y otros polinizadores eliminaría el café, las manzanas, las almendras, los tomates y el cacao, por nombrar solo algunos de los cultivos que dependen de la polinización. Los países deben cambiar a políticas y sistemas alimentarios más amigables y más sostenibles para los polinizadores”.
Ya el estudio de 2016 había advertido que, si la humanidad no quiere morir de hambre antes de 2050, la conservación de las poblaciones de polinizadores debe ser uno de los principales objetivos de su agenda.
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