Hace algunos años, durante los días de lluvia los niños solían salir de sus casas, mirar al cielo y abrir la boca esperando que una gota cayera en ella; sin embargo, cada vez se recomienda menos el hacerlo, ya que una de las consecuencias del cambio climático y del calentamiento global, es que la lluvia ya es considerada ácida.
Según la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de los Estados Unidos, se considera que la lluvia es ácida cuando existe precipitación de agua con componentes ácidos como el sulfúrico y nítrico el cual cae al suelo desde la atmósfera y puede llegar a pasar también en la nieve, niebla, granizo o polvo.
¿Cómo se produce? La EPA asegura que es cuando “El SO2 (Dióxido de azufre) y el NOX (Óxidos de nitrógeno) reaccionan con agua, oxígeno y otros químicos para formar ácidos sulfúrico y nítrico. Estos luego se mezclan con agua y otros materiales antes de caer al suelo”. Un mínimo porcentaje de dichos componentes provienen volcanes, sin embargo, la mayoría surgen de la quema de combustibles fósiles.
Algunas de las consecuencias de la lluvia ácida en el medio ambiente es la filtración de aluminio en las partículas del suelo, el cual fluye y llega a los arroyos y lagos, lo cual, y mientras más filtración existe, llega a dañar a plantas y animales. Además de eliminar nutrientes y minerales y en el caso de la niebla ácida se pierden los nutrientes del follaje, así como la capacidad de absorber luz solar.
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