Fuente: Dialogue
El deshielo en el Ártico se intensifica, lo que trae riesgos ambientales y reconfigura el escenario geopolítico, escribe Felipe Arango García, de Transforma Español.
Gaviotas tridáctilas cerca del archipiélago ártico de Svalbard. Los cambios en el hielo ártico tienen implicaciones mucho más allá de la región.
Gaviotas tridáctilas cerca del archipiélago ártico de Svalbard. Los cambios en el hielo ártico tienen implicaciones mucho más allá de la región
En septiembre de 1846, los buques expedicionarios Erebus y Terror quedaron varados en el hielo del Ártico canadiense, mientras buscaban el paso del Noroeste, un corredor marítimo que recorta la navegación entre Europa y Asia. La tripulación esperaba liberarse del hielo al verano siguiente, pero, para su asombro, éste no retrocedió ni un ápice. Todos murieron.
Ciento setenta años después, Crystal Cruises hizo historia al atravesar por primera vez el paso del Noroeste con un gran crucero. El deshielo es generalizado en todo el Ártico y éste se intensifica cada año: según datos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en 2019, la extensión del hielo marino del Ártico disminuye constantemente a medida que pasan los años, y las contracciones más importantes (que suelen alcanzarse cada mes de septiembre) no han tenido precedentes al menos en los últimos 1.000 años. Los glaciares de Groenlandia, la mayor masa de hielo del hemisferio norte, han perdido un tercio de su volumen desde 1978.
Ahora bien, ¿qué importa el deshielo acelerado de un lugar inhóspito y lejano, donde la noche dura seis meses, y al cual probablemente nunca iremos?
La respuesta más sencilla es que lo que ocurre en el Norte afecta también al Sur. Por lo tanto, el cambio climático en el Ártico conlleva riesgos planetarios en varios ámbitos.
Incremento del nivel del mar e inundaciones
El derretimiento de los glaciares árticos tiene en vilo el destino de múltiples zonas costeras, ubicadas a miles de kilómetros de distancia. Según la investigadora Laura Larocca (Northwestern University), el deshielo de los glaciares en Groenlandia y la Antártida es responsable del 21% del incremento del nivel del mar en las últimas dos décadas.
Para 2100 se proyecta un aumento del nivel del mar que oscila entre 28cm y 1.01m en función de cada escenario. Las cifras exactas dependerán de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero que se produzca entretanto. Algunas de las subidas del nivel del mar más significativas se observarán en las tierras costeras más llanas que lindan con los bajíos de las grandes masas de agua.
Esto no solo ocurrirá en el Norte Global, en países como Estados Unidos, sino también en el Sur Global. Naciones del sudeste asiático como Tailandia, Camboya, Indonesia y Filipinas se verán especialmente afectadas, así como países de toda la cuenca del Caribe, y Bangladesh, en el sur de Asia.
Bolsas de arena alineadas a lo largo de una playa
Bolsas de arena protegen una playa en San Pedro, Belice. Es probable que el Caribe se vea muy afectado por el aumento del nivel del mar en el futuro.
Todos los firmantes del Acuerdo de París reconocieron el objetivo colectivo de contener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de los 2 ºC, en comparación con los niveles preindustriales. Si no alcanzamos este objetivo, un estudio de 2018 estima que la subida del nivel del mar costará a la economía mundial 14 billones de dólares anuales en daños por inundaciones para el año 2100. Esto se debería principalmente a la vulnerabilidad de infraestructuras críticas, como centrales energéticas, instalaciones de tratamiento de aguas, cables de comunicación subterráneos y redes de transporte, incluidos puertos y ferrocarriles.
Disrupciones ecosistémicas
Las especies marinas que viven en el Atlántico Norte y se vean amenazadas por el calentamiento de su hábitat natural corren el riesgo de migrar hacia el Ártico en búsqueda de aguas más frías, con dos repercusiones: la competencia por alimentos y espacio con especies endógenas y vulnerables; y la disminución de las reservas pesqueras, pilar económico de países como Islandia, Noruega o España.
Desestabilización de las corrientes oceánicas
Los océanos absorben el CO2 emitido por la combustión de combustibles fósiles. La afluencia de grandes cantidades de agua dulce procedente del deshielo de los glaciares reducirá la salinidad del océano y desestabilizaría las corrientes oceánicas, que son vitales para esta absorción de CO2 y para la regulación del clima mundial. Esto, a su vez, alterará el ciclo del CO2, aumentando su concentración en la atmósfera y exacerbando el calentamiento global. Además, una salinidad débil puede ralentizar la Corriente del Golfo, afectando el clima templado de Europa en invierno y la biodiversidad en el Golfo de México y el Atlántico Norte.
Pero los estragos no acaban ahí. Además, la corriente del Golfo influye significativamente en las condiciones meteorológicas de todo el mundo en desarrollo. La ralentización supondría un recrudecimiento de los fenómenos meteorológicos extremos en Sudamérica, el Caribe, India y África Occidental. Las inundaciones o sequías en estas regiones ponen en peligro la seguridad alimentaria y la vida de cientos de millones de personas.
Geopolítica de la transición energética
Se calcula que aproximadamente el 13% (90.000 millones de barriles) de los recursos mundiales de petróleo convencional por descubrir y el 30% de los recursos mundiales de gas natural convencional por descubrir se encuentran bajo la tundra y los hielos árticos. Además, el Ártico resguarda minerales críticos como níquel, zinc, y cobre.
Aunque estos recursos permanecen inaccesibles debido al clima extremo, están ubicados en parte dentro de las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) de Estados Unidos, Canadá, Noruega, Rusia y Dinamarca. El resto se encuentra en una zona internacional de 2,8 millones de kilómetros cuadrados (el Océano Ártico Central). Los gobiernos aprobaron el año pasado el Tratado de Alta Mar para regular esta zona internacional, pero no se convertirá en ley hasta que lo ratifiquen al menos 60 países.
Ante un eventual deshielo, podrían emerger nuevos escenarios geopolíticos con repercusiones múltiples
Ante un eventual deshielo que libere el acceso a dichos recursos, podrían emerger nuevos escenarios geopolíticos con repercusiones múltiples. Por un lado, los países con acceso soberano a estos recursos podrían sufrir una presión política por la “refosilización” de sus economías, en detrimento de sus estrategias actuales de descarbonización. Por otro, potencias no árticas como China e India buscan alianzas comerciales, especialmente con Groenlandia y Rusia, para la explotación de tierras raras ―elementos metálicos esenciales para muchos dispositivos de alta tecnología― e hidrocarburos frente a las costas y Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) de estos países. Una conquista estratégica de los combustibles fósiles recién liberados podría apuntalar su propia seguridad energética.
Un nuevo escenario
El deshielo del Ártico no solo plantea riesgos ambientales significativos, sino que también reconfigura el tablero geopolítico mundial, desencadenando tensiones por el acceso a recursos energéticos y rutas marítimas estratégicas. En este contexto, la cooperación internacional y una gobernanza efectiva serán cruciales para gestionar los desafíos y oportunidades de una región que se encuentra en el epicentro del cambio climático. Si los países del Sur Global no prestan más atención al Polo Norte, pagarán el precio de las decisiones y medidas que allí se tomen.
Fuente: Dialogue
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