Iniciativa pública y Medio ambiente

Con uso de plantas más resistentes se podría reducir en gran medida las emisiones de CO2

Redacción Daniel Lee ANCOP

Alrededor de cinco mil millones de hectáreas en el mundo son suelos que tienen potencial como tierras de cultivo y pastoreo y también tienen una enorme capacidad para almacenar carbono, la cual -combinada con la infraestructura agrícola existente- brinda la oportunidad de aprovechar la genética para mejorar los rasgos relacionados con el secuestro de carbono mediado por plantas. 

Desde hace más de una década, la doctora honoris causa por la UNAM, Joanne Chory, trabaja en una solución para el secuestro de carbono, basada en la capacidad de las plantas para extraer dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera -a través de la fotosíntesis. 

De esta manera puede convertirse en biomasa, ya que los suelos de la Tierra contienen una gran cantidad de carbono -estimada en aproximadamente dos mil 300 gigatoneladas (Gt) de carbono a tres metros de profundidad-, lo que constituye aproximadamente tres veces la reserva atmosférica actual de CO2. 

De acuerdo con la investigadora, varias características de las plantas son buenas candidatas para facilitar el secuestro de carbono; la biomasa de las raíces es una de ellas, ya que determina los aportes de raíces y contribuye, aproximadamente cinco veces más, al secuestro de carbono que la masa equivalente de hojarasca aérea, explicó la galardonada con el Pearl Meister Greengard Prize 2020. 

“Decidimos que con esta iniciativa teníamos que aprovechar algún elemento de distribución global y lo que hemos hecho es trabajar con semillas de maíz y arroz en sus formas silvestres, pero también se puede trabajar con granos de soya, sorgo y canola. Estas especies tienen una gran distribución global”, detalló la investigadora. 

Si bien hay varias plantas que podrían ser usadas en el proyecto, deben tener características especiales como mecanismos que aumenten el secuestro de carbono; resistir a la descomposición por parte de los microorganismos del suelo; también deben vivir más en los suelos, es decir, las plantas finales deberán soportar una interacción compleja entre la composición química, la oclusión física del carbono dentro de los agregados del suelo, la formación de complejos organominerales estables y la conectividad de la película de agua con los microbios., dijo. 

“Las plantas modificadas se encuentran aún en etapa de investigación en el laboratorio, pues aún falta mucho por hacer antes de llevarlas a campo. Pero hemos tratado de evitar los OGM’s (organismos genéticamente modificados), lo que nosotros tratamos de hacer es editar la cadena, utilizando técnicas de secuenciación CRISPR (herramienta de edición genética que ‘corta’ segmentos del ADN de una célula)”, detalló Chory. 

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