Redacción: Guicel Garrido
El derrame de petróleo ocurrido en el Estrecho de Kerch en diciembre pasado, causado por dos embarcaciones rusas durante una tormenta, ha generado una extensa operación de limpieza y ha puesto de relieve las graves consecuencias ambientales y geopolíticas de este incidente. El accidente, que resultó en la liberación de 3.700 toneladas de combustible y la muerte de un miembro de la tripulación, ha contaminado gravemente esta importante ruta marítima que conecta el Mar Negro con el Mar de Azov, una zona de conflicto entre Rusia y Ucrania desde la anexión de Crimea en 2014.
El gobierno ruso ha respondido con una importante operación de limpieza, que incluye la limpieza de costas y la eliminación de arena y tierra contaminadas, sin embargo, el costo de estas labores ya supera los 913 millones de euros, y el impacto ambiental ha sido calificado como una de las peores catástrofes ambientales de Rusia en el siglo XXI. El derrame ha generado preocupación tanto a nivel nacional, con el presidente Putin describiéndolo como un «desastre ecológico», como a nivel internacional, con Ucrania pidiendo sanciones adicionales a los petroleros rusos.
Las implicaciones de este desastre ambiental son de gran alcance. Además del daño inmediato al ecosistema del Estrecho de Kerch, el derrame amenaza la biodiversidad marina y afecta gravemente a las comunidades costeras de la región. La magnitud del desastre subraya la necesidad de medidas más estrictas de prevención, control y regulación en las actividades marítimas, especialmente en zonas estratégicas y ambientalmente sensibles.
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