Iniciativa pública y Medio ambiente

La destrucción del paisaje agrícola en Morelos: ¿se puede revertir el daño ambiental?

La destrucción del paisaje agrícola en Morelos: ¿se puede revertir el daño ambiental?

Redactor: Sam Torne  

El crecimiento de la mancha urbana en el estado de Morelos ha tenido un profundo impacto en el medio ambiente, particularmente desde mediados de la década de 1960. La creación de la Ciudad Industrial Valle de Cuernavaca (CIVAC) marcó un punto de inflexión en la región, afectando tanto el perfil demográfico como el ambiental. Este proyecto, ubicado en el Valle de Cuernavaca y atravesado por el Río Apatlaco y sus afluentes, cambió radicalmente la vida agrícola, la organización territorial y, sobre todo, el entorno natural. 

El investigador Víctor Hugo Sánchez Reséndiz, del Centro INAH Morelos, señala que la instalación de la CIVAC atrajo a miles de migrantes en busca de empleo, aunque muchos no encontraron trabajo formal. Esta migración masiva incrementó la demanda de vivienda, la cual fue satisfecha a través de diversas vías: desde complejos habitacionales como los de Infonavit, hasta la venta de tierras ejidales y comunales, además de invasiones y despojos inmobiliarios. 

El crecimiento acelerado de la urbanización en Morelos no fue acompañado por una planificación adecuada de infraestructura, lo que generó serios problemas ambientales. Uno de los efectos más significativos ha sido la contaminación de las barrancas, ríos y canales de riego, lo que ha tenido repercusiones negativas tanto para el medio ambiente como para la vida comunitaria. 

Uno de los mayores daños ha sido el deterioro del sistema de canales de riego conocidos como apantles, que durante décadas han irrigado huertas y parcelas en la región. Estos canales eran vitales para la agricultura local y también proporcionaban agua limpia para el consumo humano. Sin embargo, la expansión urbana y la actividad industrial han contaminado gravemente muchos de estos apantles, convirtiéndolos en drenajes de desechos industriales y urbanos. 

La industrialización también ha desarticulado los espacios sociales y productivos de los pueblos. La región de Morelos, históricamente agrícola y con una tradición campesina profundamente arraigada, ha visto cómo su estructura económica y social se ha fragmentado. Esto ha debilitado el control de los ejidos sobre las tierras, reduciendo su poder y autonomía frente a los nuevos intereses económicos que buscan urbanizar cada vez más áreas rurales. 

Más allá de las afectaciones ambientales, la transformación de la región ha provocado cambios drásticos en la vida de las comunidades. Las localidades que alguna vez dependieron de la agricultura para su sustento han visto colapsar su estilo de vida tradicional. Según Sánchez Reséndiz, la industrialización y urbanización han borrado muchos de los elementos que definían a los pueblos del Valle de Cuernavaca, provocando la desaparición de la vida comunitaria. 

Este proceso ha generado una desconexión entre los habitantes y su entorno natural. El conocimiento ancestral sobre la gestión de la tierra y los recursos se ha perdido, y las nuevas generaciones ya no tienen la misma relación con la naturaleza que sus antepasados. La contaminación, el deterioro de las tierras agrícolas y el cambio en las dinámicas productivas han acelerado este proceso de alienación. 

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