Redacción: Guicel Garrido
La obsolescencia programada, impulsada por el consumismo acelerado, ha desencadenado una crisis ambiental de proporciones alarmantes debido a la acumulación masiva de desechos electrónicos. Esta problemática, que afecta gravemente al medio ambiente, la salud humana y la economía global, se evidencia en el crecimiento desmedido de la basura electrónica, que supera con creces la capacidad de reciclaje actual.
Las cifras revelan la magnitud del problema: en 2022, se generaron 62 millones de toneladas de residuos electrónicos, un aumento significativo del 82% en comparación con 2010. Este volumen representa una pérdida económica considerable, ya que los metales valiosos presentes en estos desechos se desaprovechan. Además, la falta de medidas efectivas para la gestión de estos residuos a nivel mundial agrava aún más la situación.
La obsolescencia programada, que acorta la vida útil de los productos electrónicos, dificulta su reparación y promueve la compra constante de nuevos dispositivos, alimentando así un ciclo de consumo insostenible. Esta problemática se ve agravada por la producción limitada de repuestos, la falta de infraestructura adecuada para el tratamiento de residuos y la influencia de un sistema que impulsa necesidades innecesarias en la población.
Ante esta situación crítica, urge un cambio radical en la gestión de los residuos electrónicos. Es necesario implementar medidas urgentes para fomentar la economía circular, promover soluciones tecnológicas sostenibles y fortalecer las políticas de reciclaje. Solo a través de un cambio de paradigma en el modelo actual de producción y consumo podremos mitigar los impactos ambientales, económicos y sanitarios de la obsolescencia programada y avanzar hacia un futuro más sostenible.
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