El amaranto, un alimento antiguo y sabroso, se destaca como una joya nutricional enriqueciendo la dieta de las personas. Este cultivo contiene más proteína que muchos cereales, como el trigo y el arroz, y es una fuente de los ocho aminoácidos esenciales, según la FAO.
Utilizado tanto en forma de semilla como de hojas, el amaranto se erige como un recurso valioso en la alimentación. Las hojas de amaranto, conocidas como quintoniles, forman parte de las tradiciones culinarias en México, siendo una especie de quelites muy apreciados por su sabor. Estos quintoniles, cultivados en la Sierra Norte de Puebla, son considerados los más sabrosos de todo México.
La doctora Cristina Mapes Sánchez, curadora de la colección etnobotánica del Jardín Botánico de la UNAM, destaca la importancia de la selección y domesticación de las hojas de amaranto para obtener mejores características nutricionales y gastronómicas.
El amaranto, consumido como verdura, libera péptidos durante la digestión, lo que le otorga propiedades nutracéuticas beneficiosas para la prevención de enfermedades como la diabetes y la regulación de la presión arterial. Además, es rico en fósforo, potasio, retinol, complejo B, niacina y ácido ascórbico.
El amaranto es uno de los cultivos más antiguos de Mesoamérica, conocido por civilizaciones como los mayas, aztecas e incas. Su historia se remonta a hace 10 mil años y ha sido considerado uno de los alimentos más importantes en la agricultura prehispánica junto al maíz y el frijol.
En un contexto más contemporáneo, la NASA incluyó el amaranto en la dieta de los astronautas en la década de 1980 debido a su alto contenido proteico, respaldado por la FAO. El amaranto también se ha estudiado como una solución para la crisis alimentaria global, ya que es resistente a climas extremos y se cultiva fácilmente en regiones áridas, lo que lo convierte en un alimento del futuro con beneficios medioambientales significativos.
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