En menos de dos meses, los Gobiernos se reunirán de nuevo en una cumbre para hablar de cambio climático. No puede ser una cita más, pero aún queda una pequeña ventana de oportunidad para asegurar un futuro viable.
La COP 28 marca el cierre del Balance Mundial del Acuerdo de París. Aunque el verano de 2023 fue inusualmente cálido en el hemisferio norte con incendios sin precedentes, en el sur, las temperaturas descendieron. Mientras tanto, las tensiones geopolíticas complican el panorama de la conferencia. La presidencia de la COP este año recae en Emiratos Árabes Unidos (EAU), uno de los principales países productores y exportadores de petróleo. Bajo el liderazgo de su ministro de Industria, quien también dirige una de las compañías petroleras más grandes del mundo, el escenario no parece ser propicio para abordar el cambio climático de la manera necesaria.
En la COP 28, se encontrarán poderosos intereses de Gobiernos y empresas públicas y privadas que, en muchos casos, defienden la continuidad de un sistema social, económico y financiero basado en la producción, el comercio y el consumo de combustibles fósiles. Parece que aún no se han establecido las condiciones adecuadas para alcanzar un resultado a la altura de la urgencia, la escala y la calidad necesarias para llevar a cabo las transformaciones sistémicas y sectoriales que el planeta necesita.
A pesar de este contexto adverso, existen algunas luces de esperanza. La ciencia afirma que aún queda una pequeña ventana de oportunidad para asegurar un futuro viable, y que las decisiones tomadas en esta década tendrán un impacto en las generaciones presentes y futuras durante miles de años.
La otra fuente de esperanza reside en el Balance Mundial, que debe proporcionar respuestas y soluciones a corto y mediano plazo que catalicen una cooperación internacional efectiva, justa y equitativa, teniendo en cuenta las necesidades de los países en desarrollo y las comunidades más vulnerables. Esto impulsa un trabajo colaborativo entre Gobiernos, el sector privado, instituciones financieras internacionales y la sociedad civil.
Para aprovechar la ventana de oportunidad que aún tenemos, la COP 28 debe incluir en las decisiones negociadas un compromiso para poner fin a la era de los combustibles fósiles, tanto en su producción, comercio como consumo. Además, se debe aumentar las inversiones en energías renovables y la capacidad instalada, asegurando una transición gradual y justa junto a las comunidades locales y las poblaciones que actualmente dependen de carbón, petróleo y gas.
Los países desarrollados, especialmente los del G7, deben demostrar de manera inequívoca que cumplirán sus compromisos de reducción de emisiones y proporcionarán financiamiento a los países más vulnerables. También es crucial establecer un plan concreto para transformar los sistemas agroindustriales basados en monocultivos y pesticidas hacia prácticas agrícolas regenerativas y sistemas agroecológicos y agroforestales, lo que ayudará a detener y revertir la degradación de tierras y la pérdida de biodiversidad y ecosistemas.
El 70 por ciento de los fondos de cooperación internacional se otorgan en forma de préstamos, lo que empeora el endeudamiento fiscal de los países en desarrollo y limita su capacidad para enfrentar los crecientes impactos del clima y evitar daños y pérdidas asociados. Por lo tanto, otro resultado crucial del Balance Mundial debe ser la decisión de impulsar mecanismos como los canjes de deuda por acción climática y naturaleza, como una forma de abordar los niveles insostenibles de deuda en países en desarrollo. Esto debe ir de la mano con el compromiso de avanzar en la reforma del sistema financiero internacional, incluyendo la banca multilateral de desarrollo, para asegurar que las inversiones estén alineadas con la descarbonización y la resiliencia.
En este momento crítico en el que la humanidad se encuentra, es imperativo que la COP acuerde medidas justas, acciones ambiciosas, soluciones innovadoras, alianzas transformadoras y evite a toda costa que el espacio de política internacional más importante para abordar el cambio climático esté influenciado por intereses, especialmente los de la industria de los combustibles fósiles.
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